Carina Martínez se sienta en un sofá desgastado en su pequeño apartamento en un pueblito en la zona rural de Nueva York. Originaria de Morelos, México, entró de manera ilegal a Estados Unidos (EU) hace ocho años y ha trabajado en las granjas de la región desde entonces. Su marido ya estaba en este país, por lo que ella sabía el duro trabajo que debería enfrentar. Pero desconocía algo a lo que toda mujer indocumentada se enfrenta. “Las mujeres van a buscar trabajo y la primera persona que ven es un contratista que les advierte: ‘Primero tienes que dormir conmigo'”, dijo. Ella se salvó de estas proposiciones, probablemente porque estaba casada. “Esto sucede mucho. Conozco mujeres a las que les pidieron acostarse a cambio de un trabajo. No sé si en realidad cumplieron el trato, pues se sienten demasiado avergonzadas para decirlo. Ellas obtuvieron el trabajo.”
Estudios recientes del Southern Poverty Law Center y de Human Rights Watch han demostrado que el acoso y abuso sexual son generalizados entre las trabajadoras del campo. La mayoría de las entrevistadas habían experimentado o sabían de ese tipo de situaciones ocurridas en su lugar de trabajo. La incidencia estimada en algunas zonas es de hasta 80 por ciento. De hecho, en las granjas en Florida y California el abuso sexual es tan común que las mujeres denominan a los campos en que trabajan “El hotel verde” y “El campo de las bragas.”
El Departamento de Trabajo de Estados Unidos estima que poco más de 20 por ciento de los trabajadores agrícolas son mujeres, sobre todo de México y la mayoría indocumentadas. Los defensores de los migrantes y los agricultores señalan que cada vez más mujeres trabajan en las granjas y explican la razón:
Los hombres mexicanos están abandonando, literalmente, a sus pueblos a medida que empeora la pobreza en el país. Hasta hace pocos años, ellos trabajaban en EU durante periodos cortos— unos meses o quizás un año o dos — regresaban a México por un tiempo y luego volvían a entrar a EU. Con el fortalecimiento de la seguridad fronteriza, los hombres ahora se quedan más tiempo o de plano no regresan a México porque temen no poder regresar. Las mujeres, cansadas de esperar a que los hombres vuelvan, están cruzando la frontera para trabajar junto a ellos. El aumento del acoso y abuso sexual puede deberse a que hay más mujeres que trabajan en las fincas, un lugar tradicionalmente dominado por los hombres.
Cheryl Gee es una abogada de Nueva York que ha trabajado durante 12 años con jornaleras agrícolas, muchas víctimas de acoso o abuso sexual. En una ocasión fue contactada por una trabajadora de una granja lechera, quien le habló del acoso que había experimentado. Le dijo que el abusador intentó besarla y trató de que se quitara la blusa. La mujer se quejó con su supervisora, también una mujer, quien le respondió que ella había sido tratada de la misma manera. Añadió que, debido a que trabajaba con los hombres, debía esperar recibir un trato así. “Hemos analizado este problema y es preocupante porque muchas de ellas perciben la agresión como parte de su trabajo,” dijo Gee. “Parte de venir aquí y hacer este trabajo es ser violadas o acosadas sexualmente.”
Las mujeres rara vez denuncian el acoso y el abuso a los empleadores porque temen ser despedidas. Y puesto que la mayoría no sólo están apoyando a su familia aquí, sino a su familia extendida en México, deciden sufrir en silencio.
Silvia Rodríguez cruzó la frontera de manera ilegal para entrar a EU en 2007. Poco después de llegar al norte de Nueva York, comenzó a trabajar en un campo de cebollas. No pasó mucho tiempo cuando un compañero de labor comenzó a acosarla. Sorprendentemente, ella toleró el abuso durante tres años. “Nunca he dicho nada al jefe porque tenía miedo de que nos despidiera.” Perder su empleo sería un desastre, ya que ella sostiene a sus tres niños y a sus padres en México. Entonces, un día, otro compañero de trabajo le dio un puñetazo. “Me golpeó cuando salía del trabajo, me jaló el cabello y me tiró al suelo,” dijo. Finalmente, un amigo la convenció de que tenía que hacer algo. Habían oído acerca de la organización de Gee y Rodríguez entró en contacto con ella. Gee organizó una reunión entre el propietario de la granja y Rodríguez, y para su sorpresa y alivio, el dueño despidió al agresor y la mantuvo a ella en su trabajo. Según Gee y otros abogados, las mujeres son más exitosas en sus denuncias cuando tienen un defensor apoyándolas. La trabajadora de la granja de lácteos no tiene uno. Pero le pidió a un familiar hablar con el empleador. Como reacción, éste le redujo las horas de trabajo y luego la despidió. Una respuesta como esa rápidamente se difunde en toda la comunidad de trabajadores agrícolas e inhibe que otras mujeres denuncien, lo que permite que el acoso y los abusos continúen.
Una de las principales razones de que el acoso y el abuso sean una práctica tan común, es que ningún trabajador del campo — documentado o no — está dispuesto a llamar a la policía para presentar una queja ya que, al menos en el norte de Nueva York, una llamada trae invariablemente a la Patrulla Fronteriza (BP) o a Inmigración y Control de Aduanas (ICE). La mayoría de los departamentos de aplicación de la ley, especialmente en las zonas rurales, carecen de personal que hable español. Una vez en la escena, la BP e ICE piden los documentos de la persona. Si está ilegalmente en EU, probablemente esa persona será detenida y deportada.
Lew Papenfuse es un abogado que ha manejado muchos casos de trabajadores indocumentados. “Depende de la gravedad del delito,” dijo, “Si es una cosa menor, entonces van a proseguir (a realizar la deportación). Ellos (BP e ICE) están más preocupados por el estatus (de inmigración) de una persona que es víctima de un crimen.” Incluso cuando se trata de un delito grave, como la violación o la violencia doméstica, los abogados son cautelosos respecto de establecer contacto con la policía. Theresa Asmus es la supervisora de área del Servicio de Crisis por Violación de Planned Parenthood, de Rochester. Ella dijo que por lo general tiene una buena relación con los alguaciles, pero es cautelosa. “Si yo estuviera trabajando con alguien cuyo estatus de inmigración fuera incierto, me gustaría dejarle claro que habría algunos riesgos (involucrados en la aplicación de la ley),” dijo. “Yo no podría prometerles que no se les preguntará acerca de su estatus o que no tienen que hablar con un agente de ICE.” Esto podría propiciar que sean detenidos.
Las mujeres que enfrentan acoso o abuso sexual pueden solicitar una Visa U que da a las víctimas de ciertos crímenes estatus legal temporal por cuatro años. Para calificar, una mujer tiene que cooperar con la policía para llevar al agresor a la justicia. Si se niega o decide en algún momento retirar la queja, “ella está en riesgo de ser deportada,” dijo Pappenfuse. “Lo más probable es que sea deportada.”
Carina Martínez y algunas de las otras mujeres mencionadas en este artículo han calificado para Visas U y tienen la esperanza de hacer una vida para sí mismas y para sus hijos aquí. Ana es una de las mujeres que aún no ha solicitado este tipo de visa. Al igual que millones de mexicanos, ella soñaba con trabajar durante un tiempo en EU, ahorrar dinero y regresar a México para construir su casa. Pero al igual que muchas otras mujeres, su sueño comenzó a desmoronarse mientras era objeto de acoso grave en el trabajo. Recientemente, algunos amigos de México le dijeron que querían venir a EU. “Les dije que no lo hicieran,” dijo. “Si eres indocumentado, vienes aquí a sufrir. Estados Unidos no es un lugar bonito. Es como una prisión.”
This story was reported in partnership with The Investigative Fund at The Nation Institute, now known as Type Investigations.